La frequenza dell'universo

La frequenza dell'universo
О книге

Donde termina la luz, nace el deseo de ir hacia ella.

Y sólo los principios del bien sirven de faro,

guiando por el camino recto que conduce a la luz.

Este libro es una guía por un mundo donde el caos se convierte en armonía,

y cada elección es un paso hacia la comprensión de uno mismo y del entorno.

Sumérgete en una historia que inspira y transforma la percepción de la realidad.

La realidad no es una ilusión, sino el arte de ver el mundo tal como es.

No se trata de evitar las dificultades, sino de afrontarlas con altruismo y fortaleza.

La urbanística, la humanidad y la resiliencia moldean el presente,

incluso cuando el universo lanza su desafío.

Книга издана в 2025 году.

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Prólogo

En un futuro lejano, donde los límites entre la realidad y la virtualidad se han desdibujado hasta volverse irreconocibles, y la tecnología ha alcanzado un nivel que alguna vez se creyó imposible, la humanidad se enfrenta a una nueva era: la era de la singularidad.

Las naves espaciales han conquistado los vastos confines de las galaxias, la inteligencia artificial se ha convertido en una parte esencial de la vida cotidiana, y las colonias en planetas distantes ya no son solo una fantasía.

Sin embargo, en este mundo donde la ciencia y los sueños se entrelazan, se esconde un misterio capaz de cambiarlo todo. Un misterio que obligará a la humanidad a preguntarse:

¿Quiénes somos realmente? ¿Los arquitectos de nuestro destino o simples peones en un juego que no controlamos?

Ciudad de Berna

La acción tiene lugar en Suiza. El casco antiguo de Berna, como una página viva de una novela medieval, se extendía sobre una colina alta, bañado por las aguas esmeraldas del río Aare. Sus estrechas calles empedradas se retorcían entre casas antiguas con arcos, que guardaban el aliento de los siglos. Cada piedra aquí respiraba historia, cada fachada era un relato del pasado, de épocas en que Berna era un bastión de poder y cultura.

Las agujas góticas de la catedral de San Vicente se elevaban hacia el cielo como flechas dirigidas a Dios. Sus vitrales, jugando con los colores en los rayos del sol poniente, parecían cobrar vida, narrando historias bíblicas a quienes se atrevían a mirar dentro. Y en la plaza frente a la catedral, a la sombra de tilos centenarios, se erguía la fuente "Moisés", cuya figura, llena de dignidad, recordaba las leyes y verdades eternas.

Las calles del casco antiguo eran una galería al aire libre. Fuentes con figuras de osos, dragones y ángeles, decoradas con coloridos escudos, se erguían como guardianes en las intersecciones, observando la vida de la ciudad. El oso, símbolo de Berna, se encontraba en todas partes: en banderas, letreros, fachadas de casas. Recordaba que esta ciudad se había fundado en un lugar donde alguna vez habitaban estas poderosas bestias.

Las galerías arqueadas que se extendían a lo largo de las calles creaban la sensación de estar caminando a través del tiempo. Bajo sus arcos se escondían acogedoras cafeterías, donde se servía café aromático y pasteles recién horneados, tiendas de antigüedades llenas de tesoros del pasado, y talleres de artesanos que aún creaban objetos con alma. Aquí el tiempo fluía más lento, como si diera la oportunidad de disfrutar cada momento.

Por la tarde, cuando el sol se ponía en el horizonte, el casco antiguo se transformaba. Las fachadas de las casas, iluminadas por la suave luz de las farolas, proyectaban largas sombras, creando una atmósfera misteriosa. El río Aare, reflejando los últimos rayos del atardecer, se convertía en un espejo en el que la ciudad veía su reflejo: eterno e inmutable.

El casco antiguo de Berna no era simplemente un lugar. Era un estado del alma. Aquí el pasado y el presente se entrelazaban tan estrechamente que parecía que el tiempo se había detenido para permitir que cada persona que llegara aquí tocara la eternidad.

Las personas caminaban por los pequeños callejones. A lo largo de la calle había mesas; alguien leía un periódico con las últimas noticias, en el aire flotaban los aromas del café y de la repostería típica. Alrededor se exhibían vitrinas con ropa de lujo.

En una de ellas trabajaba Emma.

Emma

Su sonrisa era un rayo de sol en un día nublado: sincera, ligera, contagiosa. No era artificial ni rutinaria, como la de muchos en el sector de servicios. Emma sonreía porque realmente disfrutaba lo que hacía. Creía que cada persona merece sentirse hermosa y segura, y su sonrisa parecía decir: "Te ayudaré a encontrar lo que te hará feliz". Las personas llegaban a ella con un ánimo pesado, pero se marchaban con ligereza en el alma y una sonrisa en el rostro.

Los clientes acudían a Emma no solo en busca de prendas a la moda, sino también para sumergirse en la cálida luz de sus ojos, que parecían mirar en lo más profundo de cada persona y ver algo especial, algo que los demás no notaban. Cuando ella miraba a un cliente, su mirada no era solo atenta; era penetrante, como si intentara desentrañar su historia para entender qué los hacía únicos. Y la gente lo sentía. Se abrían ante ella como libros, confiándole sus deseos y sueños más íntimos.

Algunos clientes confesaban que venían a la tienda no tanto para comprar, sino por su energía. "Eres como un rayo de luz", le decían. Emma siempre se sonrojaba con tales palabras, pero en el fondo se alegraba de poder ofrecerles algo más que solo ropa. Creaba a su alrededor una atmósfera de calidez y confianza, donde cada uno se sentía importante y valioso.

Su manera de comunicarse era ligera, natural y desenfadada. No presionaba, no imponía, sino que guiaba suavemente, ayudando a los clientes a encontrar lo que realmente les convenía. Podía elegir con facilidad el atuendo perfecto para una reunión de negocios o sugerir algo inesperado para una fiesta, teniendo siempre en cuenta los gustos y preferencias de la persona. Y lo hacía con tal sinceridad que la gente regresaba a ella una y otra vez, trayendo consigo a amigos y conocidos.



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